El silencio es el mejor heraldo de la
alegría; fuera bien poca mi felicidad si
pudiera decir cuánta es.
W. SHAKESPEARE
Por alguna razón inexplicable, -o quizás sí tenga explicación- he comenzado a leer poesía, seguramente para repasar todas nuestras dudas existenciales, y de paso, hacérmelo ver.
El bálsamo que deja la lectura es extraña, pero reconfortante. Comenzar a leer poesía es como salir semidesnudo a la intemperie en una fuerte ventisca, en el que la lluvia y nieve se entremezcle por la fuerte sacudida del tiempo, y el gélido aire de la realidad te azote en toda la cara. De pronto, encuentres un refugio con una gran hoguera esperándote, en el que te calientas las manos y acercas todo tu cuerpo, con una manta gruesa que te abriga y te arropa.
Eso sería lo más cercano que sentí al leer poesía de Bai Juvi, poeta chino del siglo IX.
He de decir, que sus palabras me cubren y me arropan como si saliera a campo abierto con esa ventisca. Como si saliera a la vida me refiero, pero protegido de la mentira. Pienso en todos aquellos lugares donde no estuve, y que me cubren ahora mismo, como la poesía. Como la hoguera que me calienta y me protege.
Poema de Bai Juvi: Mi gruesa túnica nueva:
La tela de Kuilin es nieve blanca;
el algodón de Wu es nube blanda.
Resistente tela; gruesa manta,
así es mi túnica nueva.
¡Y qué bien me abriga!
Me la pongo de madrugada,
y estoy sentado así hasta la noche;
entonces me cubro con ella
y duermo cómodamente
hasta que despunta el alba.
He olvidado el riguroso invierno;
ahora ya me encuentro
en la benigna primavera.
En la noche avanzada,
viene a mi mente un pensamiento.
Palpando mi ropa,
me paseo por la alcoba.
Un caballero de verdad
debe preocuparse por todos.
¡Cómo puedo contentarme
con mi propia felicidad!
Ojalá se hiciera una túnica
de miles de leguas de largo,
que cubriera la inmensa Tierra,
de modo que todos quedaran
cómodamente abrigados.
***
Me imagino esas tardes frías de invierno, en las que nos arropamos de esperanza y de sosiego. Nos recogemos en nuestra dicha de no sentirnos solos, de ser alguien más. De que todas las personas seamos simplemente eso, personas. Que ya es mucho y bastante decir.
Podría estar en cualquier lugar y también estar al lado tuyo. Me imagino en los poblados sursudaneses, en la playa paradisíaca de Lamu respirando la brisa, en las aldeas de Sierra Leona escuchando canciones en Kuranko y los encebollados de Manabí que me hacen salivar de alegría.
Me quedo absorto de cuantos lugares puedo estar sin moverme, y cuanto podría abarcar con mis dolores y alegrías. Que no fueran solo míos, que nos cubriéramos de nuestro dolor y tristeza, y exhaláramos dicha.
Como quedarnos solo con nuestra felicidad, si podemos compartirla.
Imagen portada Patryk en unplash.com recuperada aquí