«Unos italianos decidimos enseñar a la gente de Zambia a cultivar alimentos. Llegamos con semillas italianas al sur de Zambia, y enseñamos a los locales cultivar tomates italianos y calabazas, y… por supuesto, las personas no estaban en absoluto interesadas en hacer aquello, por lo que les pagábamos para venir a trabajar, y algunas veces, ellos no acudían. Estábamos asombrados de que los locales, en tan fértil valle, no hubiesen tenido agricultura. Sin embargo, en vez de preguntarles cómo era posible que no cultivasen nada, simplemente dijimos: «Gracias a Dios que estamos aquí». «Justo a tiempo para salvar a las personas de Zambia de la hambruna».
Y por supuesto, todo se cultivó hermosamente. Conseguimos magníficos tomates. Y no lo podíamos creer, les estábamos diciendo a los zambianos: «Miren qué fácil es la agricultura». Cuando los tomates estaban bonitos, maduros y rojos, de la noche a la mañana, unos 200 hipopótamos aparecieron desde el río y se comieron todo.
Y dijimos a los zambianos: «Dios mío, ¡los hipopótamos!»
Y los zambianos dijeron: «Sí, por eso no tenemos agricultura aquí».
«¿Por qué no lo dijeron?»
«Usted nunca preguntó».
Pensaba que sólo nosotros los italianos cometíamos errores en África, pero luego, vi lo que hacían los estadounidenses, lo que hacían los ingleses, lo que hacían los franceses, y me sentí bastante orgulloso de nuestro proyecto en Zambia. Porque, como ven, al menos alimentamos a los hipopótamos.»
Ernesto Sirolli.
Fotografía Anderson Mancini en Flickr aquí