(microrrelato) Pon a un Zacarías en tu vida

Él es esa clase de persona que parece sentirse muy seguro. Alguien del que podemos confiar. Bien nos vale siempre tener a un Zacarías cerca nuestro.

Sus mejillas le delatan el castigo de granos típicos adolescentes, ya extinguidos; sólo cicatrices como recordatorio. Es alto, espigado. Ropa formal, jersey de lana y pantalones vaqueros. Cuando quedamos a tomar algo, no duda en trasladarse en bicicleta. Normalmente cuando le veo llegar desde su bicicleta a lo lejos, suele bajarse con estilo y arte, deja la bici a un lado aún en movimiento y se detiene de forma muy armoniosa. Desde una distancia prudencial, no te quita la mirada y sonríe.

Cuando camina se muestra un aire de templanza y serenidad. Me encanta como suele comenzar las conversaciones: no de los protocolarios Hola que tal, sino que tiene una salida distinta para saber que, al menos, el encuentro no será como otro cualquiera. Sabe contar historias, las recrea y les da un halo de autenticidad. Nada de relleno. Es capaz de dejarte absorto en sus conversaciones si un ápice de perdida de atención. Zacarías consigue que te sumerjas en un vendaval de emociones ya que su capacidad de engatusarse no es tanto el qué cuenta, sino cómo lo hace. Al ser un malabarista de las palabras, sabe mostrar nuestras vergüenzas existenciales. No escatima en decirme mis verdades más incómodas. Él también se autodelata y muestra las suyas.

También es un empedernido de la nostalgia, moda retro, vintage o como se llame. Pero sin postureo. Tiene esa dulzura de saborear el pasado, sin inmiscuirse en él, como bien dice. Algo así como no dejarse atrapar. Dice que, lejos de vivir en ese placentero pasado, él hace trampas, los traslada al presente, esto es, lo vivo como si estuviera pasando, revivirlo aquí y ahora. No duda en decir cientos de veces “aquí y ahora” con una leve sonrisa en su comisura, sonrisa de seguridad y la propia nostalgia que revive. Ni él mismo se lo cree. Nos reímos. No extenso de humildad y no una falsa, sino de esas tan puras que están exentas de dudas, Zacarías es capaz de ametrallar con sus desalientos e incluso abatimientos sobre la vida.

Pero sobre todo, si admiro algo de él, no es nada de lo que he comentado antes. Zacarías es la única persona que tiene una idea bastante precisa de mi trabajo real en cooperación internacional, sin ser una de esas personas metidas en “el mundillo”.

Ya solo por eso, Zacarías se merece todos mis respetos.


Fotografía portada bort.i en Flickr aquí (licencia no comercial)

 

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