El ébola mató a mis padres que eran los responsables de darnos de comer (huérfano, cod211)
Nos preguntamos cuál fue el impacto más significativo para los supervivientes y familias afectadas por el brote. No quisimos nombrar nada de pérdida ni muerte. Fueron ellos los que citaron en casi la mitad de los casos (45%)¹ que la pérdida de sus seres queridos fue el principal factor que ha marcado en sus vidas.
Ébola y pérdida van como en el mismo soneto, la misma entonación del horror vivido. Tanto es así que 90% de los supervivientes de ébola perdieron a familiares durante el brote, pero lo más impactantes es que de ese noventa por ciento, un 93% de tales pérdidas fueron a causa del ébola.
«Nuestra madre murió y tuvimos que ir con nuestro tío. Lo hace lo mejor que puede.» (familiar afectado, cod110)
¿Cuántos familiares perdiste? De media, cada superviviente ha perdido ha perdido 5 miembros familiares de media. Padre, madre, marido, esposa, hermano, tío… Sin embargo, los resultados son contundentes en cuanto a las pérdidas: un 74% de las familias afectadas por el brote han perdido al cabeza de familia¹, bien el hermano mayor o el padre.
“Mis dos mujeres murieron en mi presencia” (familiar afectado cod105)
Tal es la desestructuración familiar, que el mapa de roles familiares quedan totalmente desactualizados y quebrantados. Cada superviviente debe recolocarse en su nueva posición familiar y muchos le pesan la losa de nuevas responsabilidades de provisión familiar. Hay que entender que la nueva carga de responsabilidad no es la misma que en la de un país desarrollado, es de hecho, mucho mayor y dramática. Supone una embestida económica y emocional junto con la incertidumbre en torno a cómo proveer a la familia.

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Los duelos hay que llorarlos hasta la última gota². En el duelo ante la pérdida, se suele utilizar esta metáfora: comparar el proceso de duelo con una copa llena de dolor que hay que ir drenando para que la pena vaya desapareciendo, hasta que se vacíe. Sólo así se elabora un duelo sano.
En nuestro estudio de necesidades, detectamos que el proceso de duelo no se vivió de manera normal o sana. Así lo interpretamos en base a nuestros resultados y desde nuestras lentes occidentales. Su precaria situación no le permiten llorar su pérdida de la manera que quisieran, y les impide tener un duelo que merecen, ya que las necesidades básicas mínimas no están cubiertas (recuerda la pirámide en el vol2). Se deja de llorar la pérdida o bien no se vacían todas las gotas de dolor emocional cuando no están satisfechas los principios básicos de seguridad y alimentación.
Eso no quiere decir que encontremos reacciones de tristeza, desaliento, desesperanza, ansiedad, etc… en la línea de un duelo duelo normal y necesario. Sin embargo, es importante volver a recalcar como en la mayoría de los casos su duelo se ve ensombrecido por la necesidad de cubrir su falta de seguridad alimentaria u vivienda adecuada. Por ejemplo, cómo conseguir comida para sus hijos, sería una respuesta representativa.
Es importante tener en cuenta las variables culturales y contextuales, esto es, entender que su forma de llevar el duelo es distinta a occidente, a la tuya o mía. Comprender que su significado de la muerte y pérdida es ostensiblemente diferente a la nuestra. Sin embargo, entendemos que el ébola y sus consecuencias no ha propiciado duelos sanos. Esto se refleja en los funerales y entierros, que, debido a la alta probabilidad de contagio durante los mismos³ (un cadáver conlleva mayor riesgo de contagio) no pudieron despedir a su familiar de acuerdo a sus costumbres, contribuyendo a un proceso de duelo sin un cierre adecuado. De ello hablaremos en el siguiente volumen.

Tal y como cita el título “no lloro mi pérdida si no tengo qué comer” los sierraleoneses han aprendido a tragar lágrimas a tenor de un pasado oscuro, azotado por la guerra civil y negocio de diamantes. El sierraleonés ha desarrollado por imperativo una capacidad de hacer frente a las adversidades que se nos escapan a ojos occidentales.
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La razón por el que el departamento psicosocial está en terreno, no es sólo la de evaluar, sino también intervenir, proporcionarles el espacio para que, tanto supervivientes del ébola como familias afectadas por el brote puedan brindar, de acuerdo a su cultura, la despedida merecen a aquellos seres queridos que fallecieron a causa del virus. Darles la oportunidad para que, esta vez sí, puedan llorar su duelo hasta la última gota.
► Ver Volumen 6: Tienes ébola en la sangre: el estigma escondido
¹ Los datos se encuentran en el Estudio sobre supervivientes del ébola y familias afectadas por el brote en el Distrito de Koinadugu. Título original Witkowska, O., & Vadillo, A. (2015) EVD Survivors and Affected Families Assessment Report. Koinadugu DERC Psychosocial Pillar. Médicos del Mundo: DFID. Puedes verlo aquí
² Cita encontrada en blog.fundacionmlc.org aquí. Puedes descargarte su manual de Duelo aquí
• Fotografía de portada: Fatmata es superviviente del ébola y perdió a sus padres debido al mismo virus. [Fotografía subida tanto bajo su permiso como la de su tutor (su tío). Se les explicó en un lenguaje adaptado el propósito de su foto en internet, como forma de divulgar una realidad no conocida en europa]. En Bandankoro, distrito de Koinadugu, Sierra Leona.
• Fotografía nº2 y nº3 en Kumala y Fankoya (distrito de Koinadugu), subida bajo su permiso (se les explicó en un lenguaje adaptado el propósito de su foto en internet, como forma de divulgar una realidad no conocida en europa).
4 comentarios sobre “Vol. 5: No lloro mi pérdida si no tengo qué comer”