Si el archipiélago de Lamu en Kenia está olvidado, y lo poco que se conoce es pobreza y atentados terroristas, la isla de Pate es la personificación de sus carencias, así como de todas sus virtudes. Todo lo bueno y malo que tiene Lamu, lo tiene Faza como hipérbole.

No te voy a engañar. Fuimos mentalizados de que este viaje podía salir mal. O muy mal. No pudimos planear nada simplemente porque no podíamos planificar este viaje, todos los datos que nos proporcionaban eran contradictorios o insuficientes. Así, nosotros dos, cooperantes (psicólogo y enfermera) que trabajamos en la Isla de Lamu «la capi» desistimos en nuestro afán occidental de tener un viaje ordenado, enlatado y con lacito. Nos fuimos a la aventura y expectantes, lo cual no dejaba de tener su encanto.
El viaje comienza de forma extraña: el barco sale a las 6:00 am de forma puntual. Nos sentimos incómodos y descolocados. Nos preguntamos de qué manera tan siniestra este barco sale a su hora prevista. Todos apelotonados, una cabra mea en el barco y un niño nos mira como si se compadeciera de nuestro color de piel o preguntándose si tirarnos un plátano. Estamos encantados.
Llegamos a la parte oeste de la isla llamada Mtangawanda en dos horas. Como si no hubiera mañana, un hombre se desgañita por buscar clientes en su matatu (taxi-furgoneta). Como sacados de un concurso sobre ¿quién quiere ser más hortera? el gusto por adornar estos vehículos sigue siendo una incógnita. Sabemos que la Tv que se encuentra en el coche es de decoración, ¿cómo diantres funcionaría? Con música keniana bailonga y con los subwoofer a tope, nos tiembla el cuerpo y nos retumban los oídos. Todo esto mientras nos reimos a carcajadas, claro está. Una abuela entrañable le dice amablemente al conductor que le está destrozando sus skios (oídos en el idioma suajili).

Curioso los esquemas mentales occidentales, estamos mentalizados que tardaremos mucho en llegar a Faza, el poblado más oriental. No queremos que nos lleven la contraria, pero el conductor se empeñó en hacer un viaje solo de una hora. Al parar en nuestro destino en el poblado de Faza, le dijimos amablemente al conductor que aún no habíamos llegado, que Faza está mucho más lejos. ¿Cómo tiene la desfachatez de tardar tan poco? Con tal pretenciosidad el hombre se reía de/con nosotros, cómo si no lo supiera él, como si no se conociera esas carreteras.…
Llegados a Faza, el camino es espectacular, trazado por un puente que comunica una mini península dentro de una isla, los burros nos cagan y saludan a la vez. Una lugareña llamada Aisha se compadece de nosotros, y nos ayuda a encontrar un hostal. Al ir con ella, todo el mundo nos mira y a ella le agasajan, es como si se hubiera comprado a unos blancos. De hecho nos tratan como a famosos, los blancos sólo vienen una vez al año, nos comenta.

El hostal merece mención aparte. El Wel Come Pwani Hostel nos saluda con un tarántula a su izquierda, para que no nos invada la soledad. El hostal se toma muy en serio la suciedad, así como el diseño del baño digno de salir corriendo. Le pregunto al dueño en un suajili chapurreado donde podríamos tomar unas cervecitas. Después de 3 segundos mirándome en estado de inanición, me responde con una estruendosa carcajada. Debió de ser muy gracioso.


Una vez instalados en Faza, nos queda claro el contexto: el lugar tiene tanto de encanto visual como de pobreza, de autenticidad como de exclusión social. Viven al día, con lo justo y gracias. Faltaría más. A perro flaco todo son pulgas, el incendio de 2009 hizo estragos en un sitio donde poco había que quemar. Nos lo explica Mohamed, lugareño que recibe una ayuda por parte del Hospital Pablo Horstmann de Anidan. Su hijo Zunei estuvo ingresado debido a su estado de malnutrición y otras patologías crónicas. Mohamed se desvive por mostrarse agradecido. Su constante e ininterrumpida gratitud termina siendo cansina, pero tierna. Nos presenta a su hermano y su madre como unas siete veces, por si no nos queda claro. Reconozco que cuando lo explicó la séptima vez, no supe si me estaba tomando el pelo. Zunei trata de darle besos a Irene, pero lo más que llega es a juntar sus labios con sus mejillas. No sabe besar. Sin embargo, el cariño hace el resto.


El hospital de Faza está muchísimo mejor de lo que pensábamos. Nos lo enseña Firdaus Ali, antigua enfermera del Hospital Pablo Horstmann de Anidan. El gobierno keniano decidió enviar al personal sanitario más cualificado a los sitios más recónditos, para que así pudieran sacar adelante aquellos poblados con carencias sanitarias. Esto es una buena noticia para la cooperación, pues deja sus esporas de formación al personal local por todo el distrito lamunio, para que sean ellos los que saquen los proyectos adelante. Cambiando de tema, ojito a los precios mostrados del Hospital cual mercadillo.

Por fin llega el momento, podría ser lo mejor del viaje: el espantapájaros. Yo tampoco me lo explico, pero nos encandiló. La cinta VHS no tiene desperdicio, el radiocassette deshuesado y una linterna inutilizada hacen el resto. Poco les interesa espantar a los pájaros, te lo aseguro, pero y lo divertido que es ¿eh? Somos fan del espantapájaros.

Nos fuimos a otro poblado cercano: Kizingitini. Con más encanto incluso que Faza, las casas tienen una estructura homogénea, hechas de piedra de coral, adobe y techos de makuti (dejando atrás la uralita de Faza). Volvemos a saludar y decir las frases protocolarias en suajili, los niños estupefactos de ver a blanquitos, algunos con unas caras dignas de enmarcar. El “paseo marítimo” de Kizingitini es una delicia, desde ahí se ve la remota Isla de Kiwayu y al lado Somalia.


Pillamos una boda. Casi todos nos conocen por trabajar como cooperantes en Anidan, así que nos sirven unas sillas de plásticos sucias. Nos la merecemos como invitados. En el bodorrio van todos pintados como una puerta. Nos entran ganas de quedarnos toda la tarde, pero seguimos.


A la noche vamos a la cantina a tomar unas cervezas bien calientes (ni se te ocurra preguntar si están frías) y sin luz en el garito. Noche perfecta.
***
¿Lo peor/mejor del viaje? El madrugón: ¡nos despiertan a las 4:00 am! ¡Rafiki Rafiki! Grita el lugareño para despertarnos, ¡menudo susto! No nos queda otro que irnos en ese barco, pues es el único barco de vuelta hacia la isla de Lamu, ¡qué valor! Entendemos que aprovechan el primer rezo musulmán de la mañana, y de ahí a hacer vida. Nosotros junto con el madrugón, la experiencia y el vaivén del barco, nos quedamos en el dulce duermevela de un madrugón aún no resuelto, todo sazonado con una noche estrellada y una media luna inigualable.
Así da gusto.
Fotografía airamvl.com, licencia libre (CC)
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Sólo decirte que eres todo un crack y que envidio sanamente tu manera de disfrutar la vida con tu trabajo, todo un privilegio… feliz año nuevo y suerte en tus nuevos proyectos
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Sólo decirte que eres todo un crack y que envidio sanamente el privilegio que gozas de disfrutar la vida haciendo tu trabajo, te deseo lo mejor en este nuevo año… felicidades
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muchísimas gracias Francisco Javier por tus palabras! Feliz año para ti también! 🙂
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