No es país para locos

@gemma_soles  Son las siete de la mañana. Ndung’u sale del centro de salud primaria de Makuyu, en el corazón de Kenia, y se dispone a hacer su ruta habitual para repartir las medicinas a los enfermos de la zona. Se sabe el trayecto de memoria. Lleva haciendo el mismo recorrido tres veces por semana desde hace 10 años. Sus cuatro horas de camino son vitales para que los enfermos mentales puedan tener sus medicinas. «Muchos no pueden desplazarse hasta el centro hospitalario porque no tienen movilidad o porque están tan mal que no pueden salir de casa», explica este tímido enfermero de casi dos metros de altura.

Hasta hace poco, Ndung’u, era funcionario del Estado, pero ya le llegó la edad de jubilación. Ahora trabaja como voluntario repartiendo medicinas a los enfermos mentales de Makuyu y sabe que si dejase de cumplir su función, la situación del centenar de enfermos mentales de los que se ocupa, se recrudecería gravemente. «En los pueblos, tener una enfermedad mental es llevar contigo un estigma de por vida. Muchos enfermos sufren palizas, humillaciones y todo tipo de abusos», dice el auxiliar sanitario. «Por eso hay que estar a su lado, escucharlos y ayudarlos».

La labor de Ndung’u no es una excepción en Kenia. El país solo cuenta con 79 psiquiatras, uno para cada 500.000 personas, según laAfrica Mental Health Foundation. Otro estudio publicado por el African Journal of Primary Health Care & Family Medicine estima solamente unos 500 profesionales de la salud mental en el país.

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Fotografía: Una paciente espera su turno en el centro de salud mental de Kamahuha, en Kenia, realizada por Sebastián Ruiz. Recuperada de la misma fuente origen.

 

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