Al viajar en avión, la comida es cuidadosamente servida en envases de platino para que así mantengan el calor. Al destapar, uno palpa y se embadurna del vapor, dando esa sensación de que, y como bien dirían en esos lodos franquistas, uno va a comer en caliente. Nada de latas en conservas mal conservadas.
Comer cálidamente y de buen gusto. A mesa puesta. Del vaho que delata, nos deja tanto calor en las manos como indiferencia. Los platos están deliciosamente prefabricados. Como la comida rápida o como la indignación o queja. Catering de azafatas/os con trato suculento y exquisito. No nos falta de nada, pero tampoco necesitamos mucho. Paradoja. Todo tan adornado y atendido que no sorprendería recibir ayuda al sacudir las últimas gotas de pis que se nos queda a los varones. Por lo que pueda pasar.
“Quiero Pescado con arroz balsámico”. Fue tajante. De los adinerados nigerianos/as, tuve ocasión de escuchar una de las muchas anécdotas del escritor keniano Binyavanga Wainaina¹; cómo una mujer estuvo siniestramente indignada de no recibir el menú que, cual antojo, necesitaba en su vuelo de forma imperiosa. Por decreto.
Lástima que haya platos que se sirvan en frío. O en crudo. Sin hacer o sin existir. Son los que no viajan en avión. Se contentan con viajar por los caterings emocionales de la imaginación. Mientras unos estamos embaucados siniestramente en cómo diantres se come eso tan bien, hay otros lares en que la gente deja de comer. Literalmente.
Presumiblemente el desasosiego y la ceguedad mundial sea también producto del catering global. Los aviones solo se encargan de restregarnos cómo viajamos a miles de pies del suelo de gente que no tiene suela. Y que ni queremos ver a pocos pies de cercanía. Gente sin catering, pero con más pies que zapatos. Qué raro.
Antes se cambiaba de canal. Por eso de la conciencia. Ahora se cambia de pestaña del navegador, o de esta nimia entrada de blog.
Feliz vuelo y harto provecho.
¹ Binyavanga suele pasar el fin de año en Lamu, Kenia. Es la persona que mejor cuenta anécdotas bajo el planeta tierra y la forma en que narró cómo era testigo de la indignación de la mujer nigeriana fue para quitarse el sombrero. Para saber más de él ►blogs.elpais.com/africa-no-es-un-pais/2013/05/wainaina.html
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