Lamu… había estado en muchos otros rincones del mundo y echaba demasiado de menos el terreno, pero en esta ocasión, quizá por lo precipitado, dudé tanto…
No era mi mejor momento personal y dejaba tantos problemas pendientes si marchaba… pero, por otra parte, un toque de queda, problemas de seguridad, no se encuentra pediatra para atender a esos niños en Lamu…me encantan las complicaciones!! Me lié la manta a la cabeza y en muy poco tiempo reuní mes y medio juntando vacaciones y reducción de jornada y adelanté mi marcha de Febrero a Octubre.
Un largo viaje me esperaba pero, sobre todo, una experiencia inolvidable… y tanto amor…
Un intenso calor me recibió en Lamu y, con este intenso calor, una gran sonrisa. Mi primer contacto de Anidan me esperaba en el aeropuerto de Manda, con el tan típico y, posteriormente, tan conocido por mí “karibu”. Un bote ambulancia nos condujo a Coconut beach y ,desde ahí, los burros fueron mi portaequipaje en el corto tramo que separa la playa de Anidan.
A mi llegada rostros españoles: María, Ana, Cheru, Marta y Airam, que se convertirían en mis compañeros, salían curiosos a darme la bienvenida y, detrás de ellos, unos enormes ojos negros aparecían para hacerme saber que mi llegada a Kenia había merecido la pena ; Su preciosa sonrisa blanca me hizo sentir, en sólo unos segundos, que había llegado a casa. Se llama Paul, tiene unos 11 años y entonces aún no sabía la ternura que iba a despertar en mí…
Seguí caminando hacia el hospital, era ya la hora de comer, pero aún quedaban algunos watotos (bebés en kswahili), esperando ser vistos. Me encontré con los otros dos médicos españoles que estaban en la consulta; Un pequeño acababa de caerse de un burro, quedando parapléjico y ellos se esforzaban por encontrar solución para esta dramática situación que, en España, tendría rápida asistencia… una medicación que, si utilizábamos a las dosis indicadas, acabaría con nuestras existencias para el resto de pacientes… un traslado que debería ser urgente, tendría que demorarse al menos 24 horas … Aprender a ser pacientes y a manejar la frustración es tarea esencial para un cooperante pero, ¿quién enseña esto a las familias de los pacientes?
De camino a la que sería mi habitación en el hospital, le vi: Ali… pasaría a ser nuestro consentido, dormía en la habitación contigua a la mía, una infección tuberculosa había paralizado su pequeño cuerpo y le provocaba con frecuencia convulsiones. Por las noches nos pedía que le pusiéramos películas en el ordenador y, cuando se quedaba dormido, le cubríamos con la mosquitera, a veces se daba cuenta , aún con los ojos cerrados, una sonrisilla se dibujaba en sus labios… la sonrisa de quien se siente protegido y querido y de quien tanto necesita esa protección y ese cariño.
Los días en Lamu fueron pasando rápido, rápidos e intensos… Los nombres de los niños, que al principio se mezclaban, se convertían en caras, y esas caras en abrazos, en juegos, en besos, en canciones, en peinados, cuentos, risas… y muchísimo cariño. Shani, Swabra, Ana, Rafita, Tima, Pau, Priscilla… ellos son ya parte de mí… mis niños.
Aún recuerdo cuando, mientras pasaba consulta, vi pasar a Shani intentando escapar del hospital. Su madre había muerto hacía semanas y ella llegó al hospital con una malnutrición severa y un avanzado VIH. Había metido sus escasas pertenencias en una bolsa de basura que llevaba en la mano derecha mientras en la izquierda sujetaba una muñeca negra de trapo e intentaba abandonar el hospital buscando a alguien que la llevara de vuelta a casa… Hoy es una de las niñas del orfanato. El día que cambiaba el hospital por el orfanato, se abrazó fuerte a nosotros hasta que el resto de los niños la acogieron explicándole cómo funcionaba todo, donde dormiría, donde comería… y, enseguida, las lágrimas del hospital se transformaban en risas y en juegos con el resto de los niños… se le veía tan feliz!!!
En el hospital, de 9 a 17 h veíamos a los pacientes… a veces cansados, a veces con mucho calor… pero siempre con mucho amor y obteniendo tanta gratificación…
Se tratan diarreas, parásitos, otitis, VIH, tuberculosis… pero, lo que sobre todo se trata es un vacío sanitario. Esos pacientes, esas familias siempren sonríen y se despiden con un “ asante sana “ porque son conscientes de la importancia de la presencia del Hospital Pablo Horstmann de Anidan en Lamu y de que sin él, la vida de los niños de la isla sería bien diferente.
Mi tiempo en Lamu ha terminado, al menos en esta ocasión, pero siempre vendrán conmigo las voces de los niños llamándome kichuna (guapa), las miradas agradecidas de las madres, esas pequeñas manos, a las que tanto amor les ha faltado, agarrando con fuerza y confianza la mía … Esas estrellas que iluminan fuerte el cielo que cubre el hospital y el orfanato, como si quisieran cuidar y proteger a los niños y a todos los que allí quedamos… como si dentro de esas vallas ya nada malo pudiera pasar… esa puesta de sol, que aparecía justo cuando los últimos pacientes se estaban marchando, recompensa del trabajo terminado. Yo me quedaba sentada frente al hospital, pensando en el día y en los niños vistos, esperando a que terminara de irse el sol… y una enorme sensación de serenidad se apoderaba de mí. Después iba al orfanato y allí estaban todos, jugando en la arena, corriendo sucios a darte un abrazo que, sin duda, era lo mejor del día … Otra jornada en Lamu terminaba.
Me fui con el corazón roto por dejarles. Aún sueño con todos y cada uno de ellos, les oigo hablar con su medio inglés-medio kswahili, veo sus preciosas caritas y, entonces, siento una mezcla de amor y de dolor… pero, encuentro tranquilidad al saber que, aunque yo no esté allí para cuidarles, los niños están a salvo y los pacientes cuidados, gracias a la colaboración de tantos socios y voluntarios…
Cuando estás allí te das cuenta de todo el amor que tienes dentro de ti y que necesitas transmitir a esos niños, a los que quieres cuidar y proteger por encima de todo, pero no tiene ni punto de comparación con todo el amor que esas personitas, con las duras vidas que les ha tocado vivir, te han regalado para que lleves contigo para siempre.
Ahora mi cuarto está lleno de sus cartas, de sus regalos, de sus fotos… y mi memoria de sus rostros y de nuestros momentos.
Asante sana mis kichunitos.
Rafikis para siempre.
Animaos a apadrinar!!! www.anidan.org www.fundacionpablo.org
Raquel Angulo
Raquel llevó a cabo una estancia de 2 meses como pediatra en el Hospital Pediátrico Pablo Horstmann de Anidan en Lamu (Kenia), a través del programa de voluntariado internacional de la Fundación Pablo Horstmann.
Puedes ver la misma entrada adaptada aquí
Me has emocionado Raquel eres grande un beso.
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