Antonio Crego. Como ocurre muchas veces en la explicación de los fenómenos psicológicos, las relaciones entre pobreza y salud mental siguen una lógica circular, de tal modo que las condiciones socioeconómicas adversas incrementan el riesgo de experimentar problemas psicológicos, a la vez que la enfermedad mental implica un mayor riesgo de exclusión social.
Catherine DeCarlo, investigadora de la Loyola University Chicago, y sus colaboradoras, han llamado recientemente la atención sobre este hecho en un estudio de revisión, donde además señalan algunos de los factores que inciden en la perpetuación de esta asociación entre pobreza y enfermedad mental.
Como señalan estas autoras, la pobreza supone un conglomerado de acontecimientos estresantes de todo tipo, tales como tensiones económicas, conflictos familiares, cambios del lugar de residencia, desempleo, menores oportunidades educativas, mayor riesgo de exposición a situaciones violentas y traumáticas, discriminación social, etc. En definitiva, las personas que se encuentran en situación de pobreza están sometidas a unas circunstancias sobre las quedifícilmente tienen control, y sus vidas transcurren en una sucesión cronificada de acontecimientos adversos
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