Entrevista a Helena Navarro, pediatra del Hospital Pablo Horstmann de Anidan

Con Helena Navarro, pediatra del Hospital Pablo Horstmann de Anidan me unen lazos tanto profesionales como personales.

Trabajamos en el mismo lugar, yo en el propia Casa de Acogida de la ONG Anidan y Helena en el Hospital Pediátrico. En lo personal, nos une la amistad de compartir mismo lugar, inquietudes, pasiones y preocupaciones.

A continuación muestro la entrevista que Helena cedió a una revista, en la que explica su labor diaria de cooperación, entre otras:

• Entrevista a Helena Navarro, pediatra del Hospital Pablo Horstmann de Anidan •

-¿En qué consiste su trabajo, a grandes rasgos, allí?

 Soy Pediatra y Coordinadora Médica del Hospital Pediátrico Pablo Horstmann de Anidan, situado en Lamu, un archipiélago en Kenia. El Hospital fue fundado en el año 2008 por Ana Sendagorta, una oftalmóloga española que hacía campañas de cooperación oftalmológica en el Norte de Kenia (Turkana). Tras visitar Lamu y el orfanato de Anidan, y conocer la situación sanitaria de los niños en Lamu y sus necesidades, decidió abrir el hospital, que en principio comenzó como un pequeño centro sanitario para niños y actualmente se ha convertido en un hospital pediátrico.

 Atendemos a todos los niños del Distrito Sanitario de Lamu, un distrito rural que engloba una población de unos 110.000 habitantes censados, donde la mayoría de ellos son niños. Asimismo recibimos en ocasiones familias pobres procedentes de otros distritos de Kenia, cuyos niños han sido diagnosticados de alguna enfermedad grave (neurológica, o del corazón) y necesitan ayuda con el tratamiento o para una posible operación. Todos nuestros servicios son totalmente gratuitos, ya que van dirigidos especialmente a la población pobre sin ningún recurso para viajar a las grandes ciudades y pagarse la asistencia médica. En el área donde trabajamos no hay pediatras, ya que en toda Kenia hay sólo alrededor de 68 pediatras, los mismos que salen por promoción por año sólo en la ciudad de Madrid, para que os hagáis una idea. Así que los pediatras se quedan en las grandes ciudades y la más cercana a Lamu es Mombasa, que está a unas 8 horas en autobús. La gran mayoría de los niños que atendemos desde que se abrió el hospital en 2008, no habían sido vistos nunca por un médico y por supuesto nunca por un pediatra.

 Somos un equipo de enfermeros, clinical officer, farmaceúticos, técnicos de laboratorio y pediatras, todos ellos locales. Sólo los pediatras somos españoles, por la imposibilidad de encontrar pediatras keniatas que quieran trabajar en un área rural como la nuestra.

 

-¿Cómo es un día a día de una jornada habitual?

El día empieza por un camino lleno de contrastes, como todo en Lamu. Cada uno de nosotros llegamos al hospital caminando unos 20-25 minutos desde el pueblo, por un camino de arena, rodeado de una exuberante naturaleza, llena de vivos colores y una luz especial, pero que cuesta un gran esfuerzo atravesar bajo el sol ardiente de la mañana y la humedad intensa. Es el mismo camino que recorren las madres con todos sus niños, los bebés en brazos o a la espalda, y el resto caminando, a veces durante una hora y media o dos, porque vienen desde muy lejos, y en la isla no hay coches ni motos, sólo burros. Otras vienen desde las islas de Pate y Manda o desde el continente, con lo que antes del camino de arena tienen que coger un barco durante 3 horas, o un autobús que les lleve a la isla de Lamu.

 Tras beber un poco de agua y tomarnos 10 minutos para secarnos el sudor y recuperar el aliento, empieza la dura jornada. El hospital abre sus puertas a las 9:00h. Primero vemos a los niños ingresados y luego empezamos a atender a todos los niños que nos esperan para ser vistos en las consultas. Asistimos una media de 1000 pacientes al mes en las consultas. Vemos de todo: infecciones respiratorias, crisis de asma, infecciones de la piel, parásitos intestinales y de la piel, diarreas, deshidrataciones, malnutriciones, niños con cardiopatías o problemas neurológicos…

 En algunos casos son enfermedades tropicales propias de estos climas y la situación de falta de higiene y desnutrición. Pero en muchos casos, y esto es lo más frustrante, son las mismas enfermedades que tienen los niños en España, pero mucho más evolucionadas y que a veces recibimos cuando el niño ya está muy enfermo;

problemas que de haber tratado a tiempo no habrían supuesto ninguna complicación. Esto ocurre por desconocimiento de los padres acerca de las posibles complicaciones de las enfermedades si no se tratan a tiempo, en combinación con el hecho de que muchas familias viven muy lejos del hospital, en poblados muy aislados en islas o en el continente, y les cuesta gran esfuerzo y tiempo llegar hasta nosotros, así que esperan hasta que el niño ya está muy enfermo, y entonces nos lo traen al hospital.

 Cada día luchamos contra esto haciendo educación sanitaria de las familias en cada visita al hospital, y hemos notado un gran avance a lo largo de estos años, consiguiendo que muchas madres nos lleven pronto a los niños en cuanto tienen las primeras fiebres, diarreas, vómitos o empiezan a toser. También hemos logrado una gran mejoría en las condiciones de salud de los niños de Lamu desde que el hospital abrió sus puertas en 2008, y una importante reducción de la mortalidad infantil.Tras la parada para el almuerzo de 2 a 3 pm, volvemos al trabajo. De 3 a 5 revisamos resultados de pacientes, ingresados, vemos a algún niño nuevo que llega rezagado, y aprovechamos para hacer seminarios formativos al personal local, lo cual es parte fundamental de nuestro trabajo diario. A las 5 de la tarde el hospital cierra las puertas a los pacientes externos, pero siempre queda un enfermero al cuidado de los ingresados y un médico localizable para emergencias. Aparte de la actividad descrita, tenemos consultas especializadas para los niños con VIH de transmisión materna, para niños Malmutridos y para los niños con Enfermedades Cardiacas.

 Uno de los objetivos fundamentales de nuestro hospital es reducir la malnutrición infantil en el distrito de Lamu ; en el 2013 hemos diagnosticado y recuperado de su malnutrición a 150 niños, y hemos atendido a una media de 60 niños por mes en la consulta. Tenemos 30 pacientes con VIH de transmisión materna o en riesgo en seguimiento y tratamiento ; 40 pacientes con cardiopatías, de los cuales 12 han podido ser operados en España o en Kenia, gracias a la Fundación Pablo Horstmann. Hacemos salidas a poblados aislados una o dos veces al mes. En ellas un equipo sanitario de médicos, enfermería, técnicos de laboratorio y farmaceútica, nos desplazamos hasta alcanzar los poblados más aislados del distrito, con todas las medicinas necesarias y algunos tests básicos . El objetivo es llegar a la población más aislada y detectar casos graves para derivarlos a nuestro hospital y poder salvar sus vidas.

 

-¿Qué le llevó a querer participar en este proyecto?

 Siempre había querido trabajar como médico asistiendo a los niños y a las familias sin recursos, quienes no tienen ninguna opción de asistencia médica y crecen abandonados a su suerte. Con frecuencia ni siquiera sienten que tengan una oportunidad para salir adelante o que haya alguien a quién le interese lo que les pase y quieran ayudarles, así que se abandonan, porque no pueden hacer otra cosa. Sus hijos mueren y deben agarrarse a pensar que “Dios se los ha llevado con él porque así estaba planeado”, a veces ni siquiera ves a las madres llorar a sus hijos, porque se les han secado todas las lágrimas de tanto sufrir y se han tenido que hacer de piedra para no seguir sufriendo.

 El hecho de pensar que por una simple infección respiratoria o diarrea, o por un proceso febril, que en España se soluciona en 2-3 días, un niño puede morir, me parece tan terriblemente injusto que siento que tengo que hacer lo que esté en mi mano para evitarlo. Al igual que ver a un niño pasando hambre y desnutrido, con la consiguiente irritabilidad, tristeza y depresión que esto conlleva en el niño, es tan devastador que me subleva; además teniendo en cuenta que sobre estos niños, un simple resfriado puede ser mortal porque por la malnutrición no tienen defensas para luchar contra los gérmenes.

 Es una cadena de injusticias que siempre se cierne sobre los más débiles dejándolos sin oportunidades para salir adelante. Creo que cada niño de este mundo debe tener una oportunidad para crecer sano y feliz. Y en lo que esté en mi mano, quiero contribuir a ello. El Hospital Pablo Horstmann, donde trabajo, con todo su equipo y sus instalaciones, y su filosofía, me da la oportunidad de brindar esta ayuda cada día a los niños de la comunidad de Lamu.

 

-¿Cómo compagina esta labor con su trabajo habitual en España? ¿Encontró muchos obstáculos por parte del entorno cuando decidió dedicar al menos cuatro meses de su vida a este proyecto?

 Actualmente no tengo trabajo en España, este es mi trabajo y a esto dedico todo mi tiempo.Cuando decidí venir por primera vez a participar en este proyecto, en julio de 2011, como voluntaria 3 meses, la gente de mi entorno en general me apoyó bastante. Más tarde, cuando decidí aceptar el trabajo y venirme para un año, y luego para otro, sí que pude sentir que para algunas personas es “perder el tren” de las oportunidades laborales en España y perder puntos y posibilidades de promoción profesional, con respecto a mis compañeros. Me decían, “cuando vuelvas a España ¿qué vas a hacer?…te va a ser difícil encontrar un trabajo aquí…” Pero yo tenía tan claro lo que hacía, que seguí para adelante.

 

-¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de adaptarse a ese nuevo entorno? ¿Y lo menos complicado?

 Lo más duro ha sido adaptarse al clima húmedo y caluroso que hace que cada día se haga muy pesado, el duro camino de arena bajo el sol para llegar cada mañana al hospital, y la falta de algunas comodidades. En el trabajo: cambiar nuestros conceptos y aprender a hacer una medicina con pocos recursos sin frustrarse cada día; la gran energía que hay que invertir para conseguir un pequeño avance en un diagnóstico o un tratamiento; coordinarse con el personal local y adaptarnos los unos a los otros para trabajar juntos con nuestros distintos conceptos del trabajo; intentar que no surjan conflictos entre los voluntarios españoles y los trabajadores locales y mantener un buen ambiente en el equipo. Lo que más me ha ayudado ha sido la cercanía y la acogida de la gente y sus muestras de cariño y apoyo constante.

 De la vida en el pueblo me gusta la relación tan cercana con los vecinos, la ayuda mutua, estar rodeada de niños. Aquí no existe el individualismo, ese que hemos hecho nuestra filosofía de vida en occidente. Volver a descubrir lo que es básico para el ser humano, y que la felicidad está mucho más cerca de lo simple y de lo básico.

 

-¿Compensa dejar, al menos por un tiempo, tu día a día en España para marcharse a ayudar a otro país? ¿Qué satisfacción relacionada con el proyecto destacaría en primer lugar?

 Sin ninguna duda compensa. Destacaría el cariño tan grande que recibo de la gente, sus muestras constantes de respeto y apoyo, el valor que le dan al trabajo que realizo. Las sonrisas de los niños que se recuperan. Verlos crecer sanos y felices. No se puede describir lo que se siente cuando un niño enfermo o malnutrido, que es un niño que al llegar al hospital está siempre serio, no juega, llora todo el día…se recupera. Verlos sonreír, volver a comer con ganas y a jugar, es algo que te llena por dentro de una alegría indescriptible. Ayudar a las familias a que redescubran el valor de sus vidas y hacerles sentir que hay gente a quien les interesa lo que les pase y quieren ayudarlos. Ver como las madres que se habían abandonado, al ver a sus hijos mejorar, se motivan y se sienten capaces de volver a tomar las riendas de sus vidas y las de sus niños. Hacerlos sentir que no están solos, hasta en la enfermedad o en la muerte del pequeño, cuando no se puede hacer nada más, acompañarlos de la mano para tener una muerte digna y apoyar a las familias hasta el final. Poder aportarles un poco de paz y consuelo. Todas estas son satisfacciones que no se pueden describir. Una y mil veces que volviera a nacer volvería a ser pediatra, y volvería a serlo aquí, o en tantos otros sitios como éste. Por todos estos niños y por su sonrisa, su alegría y su infinito amor. Y cada día lo hago por ellos, poniendo todo el corazón.

 Fotografía proporcionada por el Hospital

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