Preguntando respuestas: no hay sastre para la felicidad

Probablemente las ‘recetas para vivir mejor’ o las ‘recetas para ser feliz’ no tienen éxito en la mayoría de las ocasiones. La literatura del éxito, felicidad y maravillas varias están realizadas según la visión o perspectiva del autor. Un libro de autoayuda no puede hacer nada más que eso, ayudarte. Que leyéndolo tengas un respiro de silencio entre tanto ruido no del  exterior, sino de ese ruido interno.

 

Para descubrir la fórmula de la felicidad, no hay que buscar una exclusiva y universal, ya que estamos ante la complejidad y variabilidad social. Eso afortunadamente hace que sea tan ameno y sorprendente el género humano, eso es, de todas nuestras diferencias.

 

Hay muchas preguntas, pero pocas respuestas. Quizás las preguntas no sean las adecuadas y con eso, mucho me temo que las respuestas no podrán ser las correctas. Por ejemplo, dónde está la felicidad no sería una pregunta adecuada, porque carece de respuesta. La felicidad no se encuentra en ninguna parte, es decir, no está en un lugar determinado. Tampoco  es tangible ni se puede palpar. Cómo ser feliz tampoco es una pregunta adecuada, porque no existen caminos predefinidos a seguir, como marcan muchos libros o profesionales. Ahí entra, como dije antes,  las diferencias humanas, de que cada uno somos únicos. 

 

Así estamos: Preguntando respuestas, respondiendo sin saber que pregunta era. Buscando la medida de la felicidad. Nuestra medida, ese traje que nos encaje y nos brinde el bienestar y sosiego. Continuemos con la analogía: pedimos al sastre (profesional) que nos diseñe un traje a medida (fórmula de la felicidad). El problema puede residir en que el sastre no sabe realizar bien las medidas o que el traje esté bien hecho pero no le  queda bien. Algo falla, y la culpa no es del sastre. O sí, quién sabe. Jugar a ser modista es buscar una medida (felicidad) que al parecer nunca damos con ella. 

 

Los profesionales nos encontramos buscando respuestas con nuestras preguntas, esto es, contribuyendo, aprendiendo. Las neurociencias, y en particular, la psicología brindan el conocimiento de la cognición humana y su conducta. Hemos avanzado muchísimo, pero hagan varias preguntas a distintos profesionales del mismo campo:

 

¿Qué es la mente? ¿Qué es un pensamiento? Probablemente haya innumerables respuestas, algunas más parecidas que otras.

 

¿Dónde está un pensamiento cuando no se está pensando en él? ¿Dónde se esconde lo que no se piensa? Por ejemplo, dentro de un cajón, podemos saber lo que hay dentro sin verlo, pero ¿Y un recuerdo que de repente sale sin llamar a la puerta? ¿A dónde se va cuando deja de ser?

 

Tantas preguntas. Pero ojo, desconocer no es sinónimo de ignorancia. Saber que desconocemos ya nos hace ver que sabemos más de los que creemos (espero no haber liado la madeja) ¿Respuestas? Sí, se necesitan pero con calma, despacito y buena letra. Excepciones varias: enfermedades neurodegenerativas, por citar un ejemplo. Pero eso no daría para un artículo, sino para varias monografías.

 

Las respuestas unánimes puede que no las encontremos jamás, o puede que nuestros bisnietos lleguen a leer (no sé en qué formato digital) que se resuelve la incógnita del porqué biológico o el cómo neurológico de la depresión. Puede que lleguemos a encontrar eso, respuestas absolutas, como las leyes físicas. O puede que nunca, porque vuelvo a remarcar que cada persona es única, diferente, y se expresa a su modo de ser y manera. Por tanto, la respuesta también será única. Dejemos de buscar información detallada, todo clarito y en negrita. El santo grial de la psicología no existe. Lo que sí existe es investigar, y eso es apasionante.

 

La Psicología se encuentra aún “en el jardín de infancia” de la ciencia, nos guste o no. A mí personalmente me maravilla saber lo poco que sabemos,  son como esos misterios a los que nos abrazábamos de pequeño y nos quedábamos absortos en ellos, por insignificantes que fueran.

 

Finalizando con como comencé, la felicidad no es un ente que se pose en ti cuando tú quieras. Entre más nos esforcemos, más complicado será atraparla. Puede que si te sientas tranquilamente y sin esfuerzo alguno, te quedes maravillado de que no necesitas nada más que ser y estar. Sin encajes, con o sin sastres. Así de irremediablemente simple puede ser la conquista de la felicidad. 

 

Tan fácil que desconfiamos.

 

 

 

Referencias: Figueras, Albert (2007) Pequeñas grandes cosas. Barcelona. Ed. Plataforma


 

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