Nosotros, esos habitantes de la ciudad que andan de aquí para allá, siempre nos cruzamos despistados o pensativos por la acera. Somos esa especie autómata que recorre sus avenidas, sus ciudades por interés o necesidad.
Sin embargo y de pronto, la ciudad en la que vivo, se muestra diferente, como si nos diera tregua; indulgente. En esta noche, parecemos todos sacados casi de una película, de esa gente que recorre las calles de noche. Nos miramos unos a otros con una extraña complicidad, como si fuéramos parte de algo.
Y de repente, todas esas preguntas:
¿Hay en este escenario algo que merezca la pena mirar? Ya sean espacios urbanos, luces que alumbran o algo que admirar.
¿Son las cosas aquí lo suficientemente distintas? ¿Somos tan diferentes unos de otros? Quizá nos parecemos todos más de lo que creemos. Mismos miedos, inseguridades y preocupaciones; mismas alegrías, esperanzas; misma gratitud por la vida.
¿Cuántas conexiones tenemos entre todos? Puede ser que tengamos labrada una red de amistades que no podríamos llegar nunca a imaginar.
En su ausencia, las preguntas dejan una agradable sensación sin respuesta. Esa sensación de presencia, de que existen muchas ciudades en este mundo y esta es una de ellas.
Fotografía: Grand Central Station NYC, 1929 by Hal More